Raúl Godard, Adrián Guzmán y Miguel Fernández
1977
Barrio Francisco Peralta, San José, Costa Rica.
La concepción volumétrica y la planta libre poligonal marcan una propuesta de vanguardia en la arquitectura costarricense en una época en que apenas estaban egresando los primeros arquitectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. El templo originalmente lució un acabado de hormigón expuesto texturizado, pero, como ha ocurrido con muchas de las obras contemporáneas, en 1990 fue irreversiblemente alterado. Aunque el color que le fué aplicado resultó sobrio, fue una lástima que esta intervención no se pusiera en mano de los autores.
El diseño del espacio interno se enmarca desde un nuevo paradigma, muy consecuente con el espíritu del Concilio Vaticano II, que propició un mayor acercamiento de los fieles al sacerdote. Como punto focal preponderante luce un crucifijo semi-incrustado en la pared, que produce un agradable juego volumétrico minimalista de figura y fondo. A inicios de esta década, el vitral plástico bicolor que tenía, que en tardes muy soleadas resultaba contraproducente, fue sustituido por un vitral multicolor de la artista Sylvia Laks, inspirado en las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque. Esta obra mejoró considerablemente la sensación de claroscuro del espacio interno y revierte por las noches el mensaje al exterior.
En esa sistemática aplicación de mejoras y adiciones, su zona verde fue sustituida por un estacionamiento para los feligreses, el cual, lejos de resultar grotesco como ha sucedido en muchos casos, le agrega al templo un espacio abierto, apenas definido por un antepecho y una sencilla verja.
1977
Barrio Francisco Peralta, San José, Costa Rica.
La concepción volumétrica y la planta libre poligonal marcan una propuesta de vanguardia en la arquitectura costarricense en una época en que apenas estaban egresando los primeros arquitectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. El templo originalmente lució un acabado de hormigón expuesto texturizado, pero, como ha ocurrido con muchas de las obras contemporáneas, en 1990 fue irreversiblemente alterado. Aunque el color que le fué aplicado resultó sobrio, fue una lástima que esta intervención no se pusiera en mano de los autores.
El diseño del espacio interno se enmarca desde un nuevo paradigma, muy consecuente con el espíritu del Concilio Vaticano II, que propició un mayor acercamiento de los fieles al sacerdote. Como punto focal preponderante luce un crucifijo semi-incrustado en la pared, que produce un agradable juego volumétrico minimalista de figura y fondo. A inicios de esta década, el vitral plástico bicolor que tenía, que en tardes muy soleadas resultaba contraproducente, fue sustituido por un vitral multicolor de la artista Sylvia Laks, inspirado en las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque. Esta obra mejoró considerablemente la sensación de claroscuro del espacio interno y revierte por las noches el mensaje al exterior.
En esa sistemática aplicación de mejoras y adiciones, su zona verde fue sustituida por un estacionamiento para los feligreses, el cual, lejos de resultar grotesco como ha sucedido en muchos casos, le agrega al templo un espacio abierto, apenas definido por un antepecho y una sencilla verja.
Planta Arquitectónica |