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álbum 03 | #CanalZoneBusStops

Guardianas de cientos de historias que han movido los espíritus y los corazones de las personas que bajo su cuidado han estado. Las paradas de autobuses son elementos generadores de espacio público. Son la primera cubierta luego de salir de casa y la última antes de regresar. También han de ser las primeras en entrar en contacto con el peatón que se aventura a salir de su residencia y emprender el viaje en transporte público colectivo al centro de la ciudad, y viceversa. Esta cualidad las hace ser catalizadoras de la convivencia colectiva de quienes las visitan. Las que estamos acostumbradas a frecuentar hoy día en Ciudad de Panamá casi que nos expulsan de su perímetro cubierto, su techumbre transparente y sus incómodos asientos nos deja desprovistos del confort que buscamos quienes recorremos la ciudad a pie. No siempre fue así, en otro tiempo la atención que se prestaba al diseño de estos elementos en la Antigua Zona del Canal es de mencionar. Quienes -antes de esta locura de Pandemia |Junio, 2020|- han podido pasearse por los lugares poblados de la “antigua zona” han podido observar que estos elementos están dispuestos en el paisaje casi con un cuido quirúrgico, no te das cuenta que ahí están hasta que el Metrobus para en ella o estás caminando cerca. Desde obras aparentemente extraterrestres en Cárdenas, hasta respuestas más conservadoras y mínimas que sólo resuelven la función y no reparan en la belleza, pero esta actitud, paradójicamente, en sí misma es bella. En las primeras, se va a experimentar mucho con la condición plástica del hormigón, en las segundas, la producción en masa de los materiales y de las mismas paradas prima y la estética se convierte en una condición superflua. Una vez más, la observación del territorio me ha traído hasta aquí, comparto con el lector y lectora estas impresiones visuales que representan sólo una ínfima muestra del material que a lo largo de varios años he logrado mapear en el territorio canalero.
álbum 03

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Calvin Stempel

La capacidad que tenemos de contemplar las obras de arquitectura se agudiza cuando vivimos en una ciudad como la nuestra, donde esperar encontrarse con una obra de arquitectura en el tejido urbano es como cuando de niño esperabas la tarde del sábado para ir a balancearte en los columpios del parque. Es por ello que (aunque acá se nos dificulte mucho hacerlo) recomiendo siempre las caminatas en la ciudad con intención de meterse por donde nunca ante caminaste (sensatez y precaución ante todo). Lo que sucede cuando llegas al cruce entre la  Avenidad Balboa y Calle 32 este  es algo parecido a la experiencia del desdoblamiento del transcurso espacio-tiempo, te detienes y en el simple acto de contemplación de la arquitectura notas sus balcones, sus aleros y el diseño profuso en cada elemento (hasta en los rejos del cajón de aire acondicionado), todo eso junto a la brisa fresca y eterna de la bahía que llena todo el volumen de solo 13 plantas, hace que dejen de transcurrir los 2000's

René Brenes

Fue humanista, maestro, poeta, ensayista y arquitecto, sí, de último arquitecto. De una cultura muy sólida, porque logró ser un hombre de grandes conocimientos. Nace en David, Chiriquí; Panamá el 7 de septiembre de 1916. Desde edad temprana demostró vocación por la música y las artes visuales. En 1935 con tan solo 19 años, viajó a Chile e ingresó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Estudió dibujo académico y también, en el Conservatorio Nacional de Música de dicha facultad, estudió piano. Terminando el curso regular de piano, concursó y ganó el premio Orrego Carvallo para estudiantes avanzados. Circunstancias imprevistas que lo indujeron a abandonar la carrera de músico profesional y a ingresar a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, donde obtuvo el título de Arquitecto con los máximos honores. De regreso a Panamá en 1950, ejercíó la profesión durante cuatro décadas como miembro de la firma [De Roux, Bermúdez y Brenes] e individualmente.

Templo Votivo del Sagrado Corazón de Jesús

Raúl Godard, Adrián Guzmán y Miguel Fernández 1977 Barrio Francisco Peralta, San José, Costa Rica. La concepción volumétrica y la planta libre poligonal marcan una propuesta de vanguardia en la arquitectura costarricense en una época en que apenas estaban egresando los primeros arquitectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. El templo originalmente lució un acabado de hormigón expuesto texturizado, pero, como ha ocurrido con muchas de las obras contemporáneas, en 1990 fue irreversiblemente alterado. Aunque el color que le fué aplicado resultó sobrio, fue una lástima que esta intervención no se pusiera en mano de los autores. El diseño del espacio interno se enmarca desde un nuevo paradigma, muy consecuente con el espíritu del Concilio Vaticano II, que propició un mayor acercamiento de los fieles al sacerdote. Como punto focal preponderante luce un crucifijo semi-incrustado en la pared, que produce un agradable juego volumétrico minimalista de figura y fond